martes, 29 de junio de 2010

Correr

Correr siempre me hizo bien.

En mi niñez, nómade por herencia, hubo siempre un mecanismo de integración con los otros. El deporte, la destreza física, fue infalible para encajar. Nunca fui el más rápido, ni el más hablidoso. El más de nada.

Mi mejor arma, fue y es, la adaptabilidad.

Mi vieja me decía: - Es bueno que aprendas un poco de cada deporte, así podes jugar con todos. Su visión era buena, pero tenía huecos, fallas. El saber un poco de todo, me dejaba sólo conocer la superficie de algo, nunca llegar al fondo de la cuestiones.

Hoy, por lo general, no logro conectarme profundamente con otras personas.

De lo bueno de conocer varios lugares, lo malo de siempre tener q irse. Eso, también me hacía estar seguro de que no debía encariñarme demasiado. Ni desempacar del todo. Ergo, nunca ser completamente Yo. Ante nadie. Y eso genera vicios.

Yo no vivo para actuar, actúo para vivir.

El extraño, el nuevo, sobretodo para las chicas, es muy seductor. Lo supe de entrada, y lo exprimí al máximo. Compañeras, vecinas, amigas, hermanas, primas, madres, abuelas. A todas las corrí. Un caballero. Como contrapartida, me trajo problemas con los varones. Pero no es difícil tener problemas con nosotros. Si me caés mal, y no das problemas, los genero yo. Tarde o temprano pasa. Pero el deporte, siempre presente, mi credencial para encajar, me dio inmunidad en muchos casos. Y en otros, revancha.

Hoy, ya no viajo. Hace tiempo que ya asenté en un lugar placentero. Pero sin deporte, me aislo. Me vuelvo introspectivamente crítico. Dañino. No descargo, no conecto. No profundamente, ni por mucho tiempo, es como ser nómade por dentro.

Espero mañana me dejen volver a correr. Y darme revancha a mí mismo.

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